El barco de Greenpeace es más curioso de lo que imaginas
Construido hace más de treinta años, ha pasado de ser un barco bombero ruso a lo que conocemos hoy en día.

Una de las muchas zodiacs de Greenpeace sobre las que realizan sus misiones.
Greenpeace, la ONG ecologista famosa en el mundo entero tanto por su labor como por sus polémicas campañas, tiene tres barcos en su flota: el Rainbow Warrior; el Arctic Sunrise y el Esperanza; y ha sido justo en este último donde hemos podido entrar a conocerlo por dentro.
El Esperanza es el barco más grande de Greenpeace, con casi 73 metros de eslora. Su historia es bastante curiosa, ya que aunque la ONG lo adquirió en el año 2000, el barco se construyó en Polonia en 1984 bajo el nombre Eco Fighter como extintor de incendios ruso. El barco, por aquel entonces, contaba incluso con una zona habilitada para la descontaminación de residuos nucleares. Cuando Greenpeace lo adquirió lo reformó completamente: cambió su motor por uno híbrido que contaminase menos y lo adaptó al nuevo uso que se le iba a dar. Además, preparó un completo sistema de reciclaje donde nada sale por las cañerías sin antes filtrarse, toda la materia orgánica restante se congela para reciclarse en tierra y todos los residuos no orgánicos se separan lo máximo posible.
La convivencia en la nave es también muy peculiar. Con un total de 36 tripulantes, tanto marineros y marineras como voluntarios y voluntarias, cada labor está repartida de manera muy precisa. Tienen también sus propias costumbres, como que en el comedor está estrictamente prohibido mirar siquiera el móvil bajo pena de invitar a toda la tripulación a una ronda de cervezas. La limpieza se reparte por grupos y lo que cada uno ensucia, se encarga de recogerlo; por ejemplo, en cada comida. Todos los días de la semana a excepción de uno, se come comida vegetariana preparada por un cocinero fijo y su ayudante de voluntariado, que guardan sus ingredientes en una gran despensa en la penúltima cubierta. Todos los alimentos tienden a ser de fácil almacenamiento, como conservas; y aunque hay fuentes de agua corriente potable, siempre mantienen una gran reserva de agua embotellada para cualquier emergencia.
La tripulación pasa 3 meses en el mar y 3 meses en tierra, y todos coinciden en que es una auténtica experiencia. Muchos voluntarios incluso deciden prolongar su estancia y convertirse definitivamente en marineros; y con los que coincidí en su día de partida del barco aseguraban que lo iban a echar mucho de menos. Cualquier puede inscribirse o colaborar con Greenpeace y con su causa, y vivir una experiencia única en alta mar.
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