El show de Katy Perry ha sido el más cringe de mi vida
Katy Perry ha estado en Barcelona una vez más, esta vez con el concierto final de la gira europea Witness Tour; y, en todo el sentido de la palabra, ha sido un espectáculo.

Los colores chillones fueron parte central del show
Lo cierto es que yo no soy especialmente afín a la música de Katy Perry. Quizá los primeros discos me gustaron algo más por el momento de mi vida en el que los descubrí, pero sus últimos trabajos se alejan bastante de mi gusto musical. A esto se suma que lo poco que había visto de sus conciertos a través de vídeos de YouTube me llevaban a pensar que su capacidad vocal en directo no era lo mejor de su espectáculo. Es decir, que fui al concierto sin demasiadas expectativas. Y probablemente por eso, me sorprendió.
A ver, es todo un espectáculo. La puesta en escena es increíble, con muchísimo color, bailarines, bailarinas, luces, fuegos artificiales, confeti y elementos gigantes que aparecen colgando para cada canción. Bien de presupuesto. Y la parte musical no estuvo nada mal. Es cierto que en algunos momentos Katy empezaba las canciones con el tono equivocado, y tenía que detenerse a escuchar a las coristas para ponerse en la línea adecuada. Si tuviese que definir el show con dos palabras serían “espectacular” y “cringe”. Muy cringe.

Mi cara era la misma que la de la bailarina.
Hubo varios momentos a lo largo del concierto donde literalmente se notaba un ambiente de vergüenza ajena muy poderoso. Cuando se puso a perrear con el Left Shark (un tiburón que se convirtió en meme tras la Superbowl); cada vez que había largos momentos de silencio porque esperaba reacciones del público que no había; cuando sacó a una niña al escenario para cumplir su sueño y todo el mundo esperaba que cantase con la cría pero solo le pregunto por su futuro profesional como profesora de inglés, o cuando cada vez que se acercaba al final del brazo del escenario y terminaba la canción tenía que volver corriendo porque no tenía plataforma elevadora. El momento cumbre de la noche fue cuando, con motivo de celebrar el último concierto de la gira europea, decidió cantar One of Us de Joan Osborne que literalmente es una canción religiosa.
Aún así, el Palau Sant Jordi estaba casi a rebosar y todo el mundo bailó, cantó y gritó disfrutando del show. Katy tiene ya una larga carrera musical y sabe perfectamente cómo entretener a la gente, y lo que demuestra siempre es que ella está ahí para disfrutarlo también; y que la fiesta principal la vive ella en el escenario haciendo todo lo que le apetece. Y bravo por eso.

La puesta en escena llegó a ser verdaderamente preciosa.
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