Esta es la terapia que va a revolucionar el tratamiento de la leucemia

El tratamiento más innovador contra la leucemia ya está en España.

Ilustración de linfocitos-T atacando células cancerígenas.

«España es líder europeo en la incorporación de las terapias celulares CAR-T en el Sistema Nacional de Salud gracias a que hemos partido de la investigación pública y esto nos da capacidad de negociación» ha sentenciado la ministra de sanidad María Luisa Carcedo en el foro de la OCDE en París esta semana.

Para muchos de los que leáis estas líneas, las terapias CAR-T no os sonarán de nada dado que son pocos los portales de noticias que se han hecho eco de ellas, pero son el futuro para el tratamiento de muchos tumores hemotológicos y esconden una historia detrás de persistencia, de poner en valor la investigación básica y de la necesidad de apostar por una inversión mayor en ciencia.

Los linfocitos T son un subtipo de células del sistema inmune que se enfrentan a las amenazas para las que no teníamos registro previo (la llamada inmunidad adquirida). Estas células se ha visto que tienen un gran potencial matando células tumorales, por lo que resultan de gran interés desde el punto de vista terapéutico. Sin embargo, los tumores tienen mecanismos para agotar e inactivar nuestros linfocitos T cuando comienzan a crecer.

La idea que plantea la terapia CAR-T es modificar fuera del cuerpo nuestros linfocitos T para que puedan reconocer los tumores y los ataquen eliminándolos de nuestro organismo. La modificación que se realiza es sobre los receptores que tienen para reconocer las sustancias que tienen en la superficie las células tumorales, llamados antígenos de superficie. Los receptores modificados para reconocer los antígenos de superficie se conocen como receptores antigénicos quiméricos o CAR, y las células que los llevan CAR-T.

Para obtener nuestras CAR-T debemos extraer sangre al paciente y aislar de esa sangre la fracción de linfocitos T. Estos linfocitos luego serán modificados genéticamente para que integren en su ADN el gen que codifica para el CAR. Después, se hacen crecer las CAR-T y se inyectan de nuevo al paciente para acabar con las células tumorales. Sin embargo, un proceso que parece tan sencillo tardó mucho en desarrollarse al completo y en tener el foco de interés necesario como para empezar a curar a los pacientes.

La primera vez que se generaró CAR-T fue en 1993 por el doctor Zelig Eishhar, inmunólogo del Instituto Weizmann, pero no fue hasta el año 2012 cuando la terapia con CAR-T adquirió la relevancia y la atención que hoy en día ha derivado en la comercialización del primer medicamento basado en este tipo de células recombinantes.

El caso de Emily Whitehead supuso un antes y un después en la investigación con CAR-T. En 2010 se le diagnosticó una leucemia linfoblástica aguda (LLA) que no cursó como se esperaba. Su caso, particularmente grave por el fracaso de la quimioterapia convencional, hizo que sus padres contactaran con el grupo de Hospital Infantil de Pennsylvania que investigaba con un tipo de CAR-T cuya finalidad era acabar con los tumores. 

El doctor Carl June era el responsable de este equipo cuya misión inicial era generar linfocitos T para acabar con el VIH. Una misión que se redirigió hacia el cáncer tras la muerte de su esposa en 1996 por cáncer de ovarios. La tecnología que desarrollaron a posteriori fue empleada unas pocas veces y dio resultados prometedores en adultos, pero nunca había sido usada en niños. Además, la falta de financiación hacía muy difícil desarrollar un ensayo clínico. June afirmó que el camino había sido tan duro que pensó en dejarlo más de una vez. No obstante, Novartis acabó ayudando a realizar un ensayo clínico en adultos.

Emily fue tratada con las CAR-T a pesar de los riesgos que podía entrañar aplicar esa terapia a un niño y con todos los efectos tóxicos sin conocerse. Cuando recibió la tercera dosis, Emily cursó fiebre y dificultad respiratoria, un efecto ya visto en el ensayo que Novartis estaba desarrollando y que se debía a la liberación masiva de citoquinas (un tipo de sustancias proinflamatorias). El efecto era autolimitado en pacientes sanos, pero Emily estaba muy débil. El equipo médico decidió intervenir aplicando un medicamento contra la citoquina que estaba elevada con el fin de no afectar a los linfocitos T y no atacar a las CAR-T. La estrategia hizo efecto en unas horas y Emily se recuperó. 

En 2012, cuando Emily cumplió 7 años, se vio que la LLA había remitido y los resultados fueron el impulso que necesitaba la investigación en este tipo de terapia y que ha desembocado en la aprobación por parte de la FDA del Tisagenlecleucel de Novartis. 

En nuestro país, son 24 los hospitales candidatos a acoger y desarrollar esta terapia y Andalucía, Cataluña y Madrid las comunidades autónomas donde más centros propuestos hay. La idea es que poco a poco exista en toda la geografía nacional y se puedan beneficiar de ella pacientes infantiles y adultos con leucemia linfoblástica aguda o linfoma de tipo B, que deberán cumplir una serie de criterios para que la terapia tenga el menor riesgo y la mayor efectividad posibles.

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